Desmontamitos: 5 falsos mitos sobre el ictus

Desmontamos 5 de los mitos más habituales sobre el ictus

Es un error común pensar que el ictus solo afecta a personas mayores. Si bien es cierto que el riesgo de ictus aumenta con la edad, también puede ocurrir en personas muy jóvenes e incluso en niños, aunque en estas edades son factores congénitos los causantes de estos ictus. Lo más común en el resto de edades son factores como la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo, la obesidad y las enfermedades cardíacas pueden aumentar el riesgo de sufrir un ictus a cualquier edad. Es fundamental comprender que el ictus no discrimina por edad y que todos debemos tomar medidas para reducir nuestro riesgo.

Si bien muchos ictus ocurren de forma repentina y sin previo aviso, no todos los casos siguen este patrón. Algunas personas experimentan síntomas que pueden aparecer y desaparecer durante horas o incluso días antes de que ocurra el evento principal. Estos síntomas, conocidos como ataques isquémicos transitorios (AIT), son señales de advertencia de un posible ictus futuro y no deben ignorarse. Reconocer estos signos tempranos  en forma de alteración del habla o de la fuerza del brazo o pierna o visión y buscar atención médica de inmediato puede prevenir un ictus grave.

Si bien es cierto que el ictus puede ser una afección potencialmente mortal, menos del 15%  resultan en la muerte. Con los avances en el diagnóstico y el tratamiento del ictus, muchas personas pueden recuperarse por completo o experimentar una discapacidad mínima si reciben atención médica adecuada y oportuna. La clave para mejorar el pronóstico del ictus es actuar con rapidez ante los primeros síntomas y buscar asistencia médica urgentemente.

Aunque existen factores de riesgo que no se pueden modificar, como la edad y la genética, hay muchas medidas que se pueden tomar para reducir el riesgo de sufrir un ictus. Estos incluyen mantener una presión arterial saludable, controlar los niveles de colesterol y glucosa en sangre, mantener un peso corporal saludable, hacer ejercicio regularmente, dejar de fumar y limitar el consumo de alcohol. Además, es importante estar atento a los signos de advertencia del ictus y buscar atención médica inmediata si se presentan.

La rehabilitación es una parte crucial del proceso de recuperación después de un ictus. Los programas de rehabilitación pueden ayudar a las personas a recuperar habilidades perdidas, mejorar la movilidad, fortalecer los músculos debilitados y aprender estrategias para adaptarse a las discapacidades resultantes del ictus mediante la terapia ocupacional y el lenguaje con el logopeda. Es importante comenzar la rehabilitación lo antes posible después de un ictus para maximizar los beneficios y mejorar la calidad de vida a largo plazo, aunque el potencial de recuperación siempre se mantiene en primer año y en algunos casos más allá por lo que es importatne que el paciente sea constante en ellos (sexto mito que la recuperación solo se consigue en los primeros 3 meses).

Servicio de Neurología