Cerebro: qué sabemos

El cerebro es uno de los órganos más importantes del organismo, tanto es así que cuando deja de funcionar se considera que la persona está muerta

El cerebro es uno de los órganos más importantes del organismo, tanto es así que cuando deja de funcionar se considera que la persona está muerta. Es un tejido blando de aspecto viscoelástico sensible a golpes y contusiones, ya que es un tejido muy vascularizado.

El cerebro es dentro del cráneo, un hueso con forma de casco que protege al órgano de los golpes y traumatismos. A la vez, está rodeado por unas capas de tejido que se llaman meninges y que le sirve como barrera de protección.

Entre estas meninges y el cerebro hay un líquido que le permite estar realmente flotante, el líquido cefalorraquídeo. Es un líquido claro como el agua que le protege de movimientos bruscos o aceleraciones, evitando que se golpee con el cráneo. El peso real del cerebro es de cerca de 1,5 kg, pero al estar flotando, aparentemente su peso es muy poco, de unos pocos gramos. La inteligencia no está ligada al peso de este órgano, sino al número de surcos cerebrales, dichos circunvoluciones, que permiten introducir una gran superficie de tejido cerebral (córtex) dentro del cráneo.

Las principales células que forman el cerebro son las neuronas. Se trata de unas células únicas, ya que transmiten y generan estímulos eléctricos, dichos potenciales eléctricos o de acción, y cuya expresión será el movimiento, el razonamiento, la visión o recepción de las sensaciones al acariciarnos o besar a alguien. Una persona tiene más de 100.000 millones de células y hay estudios que demuestran que a partir de los 30 años empiezan a perderse muy lentamente, aunque este proceso se puede agravar en pacientes con hábitos de vida poco saludables (un consumo de alcohol excesivo puede conseguir perder hasta 60.000 neuronas en una noche) o situaciones como traumatismos repetidos (deportes de impacto) o situaciones de mala oxigenación (dolor de altura o situaciones de apnea no controlada). Sin embargo, no es tanto el número de neuronas como las conexiones que tienen entre sí (como si fuera una auténtica red social), lo que hace que una red neuronal o persona tenga funciones superiores conservadas.

El cerebro consume mucha energía, hasta el 30% de oxígeno que entra en el organismo. Para llevarlo a todas las células y neuronas necesita gran cantidad de arterias por las que circula oxígeno y glucosa, único nutriente del cerebro. Todas estas arterias juntas pueden medir kilómetros, pero son unas pocas, que juntas no miden más que unos pocos metros, aquellas que cuando se tapan o rompen pueden provocar ictus muy graves.

El cerebro se divide en dos hemisferios: el dominante (donde se localizan las funciones consideradas superiores, como la escritura, lectura, lenguaje) y otro no dominante (donde se localiza funciones visual-espaciales, creativas, etc.). Ambas están conectadas por fibras a través del cuerpo calloso, sin las cuales un cerebro prácticamente no sabría funcionar, porque no estarían conectados un hemisferio con el otro, lo que comportaría notables déficits por la persona.

Y estos dos hemisferios se conectan mediante el tronco del cerebro con la médula espinal, por donde viajan las órdenes del movimiento desde el cerebro hasta las manos y pies y por donde sube la sensibilidad de éstos al cerebro para que lo analice. En ese tronco del cerebro es donde radican funciones importantes como el control de la respiración y el vasomotor (control de presión arterial y frecuencia cardíaca).

Cuando este tejido cerebral deja de funcionar por falta de circulación de la sangre o por un golpe o inflamación, dejan de funcionar las neuronas de una zona, causando un déficit o una falta de función, dependiendo de la zona afectada. Si, por el contrario, existe un aumento de la excitación o estímulo excesivo en estas neuronas a causa de un daño de éstas, puede producirse una crisis epiléptica.

 

Cada parte del cerebro tiene una función determinada; se dice que es un órgano elocuente. Y esto lo hace un órgano único, insustituible ya la vez también irreparable, en caso de que sufra un daño muy grande en un área determinada, ya que el cerebro y las neuronas no se regeneran como otros tejidos (como por ejemplo la piel o el hueso ). Sin embargo, si una afectación tiene lugar durante la juventud o infancia, la gran neuroplasticidad del tejido que ha quedado sano, en cierta parte, puede recuperar funciones perdidas. Se está investigando para conseguir que esta neuroplasticidad permanezca o despierte más allá de estas edades tempranas de la vida.

Servicio de Neurología